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Cosmotheoros

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Ni muy caliente ni muy fría, ni demasiado alta ni tan baja, lejos de lo excesivamente blando y de la dureza, Ricitos de Oro fue descartando los extremos y escogiendo en cada caso el punto exacto de temperatura, espacio y confort que le ofrecían los temporalmente abandonados objetos de Papá Oso, Mamá Oso y su favorito, el pequeño Oso hijo, de quien tomó la mejor cama, la más cómoda silla y el plato de sopa perfecto.

De ahí que, coloquialmente, los astrónomos contemporáneos han llamado planetas Ricitos de Oro a aquellos que por su adecuada distancia respecto de la estrella que circundan, su presencia de agua en estado líquido y temperatura media, parecen prometer una respuesta positiva a la gran interrogante sobre la vida extraterrestre.

Christian Huygens

Pero mucho antes del informal apodo y siquiera de la existencia del cuento –presuntamente escrito cerca del 1800- existió en el mundo de la filosofía y la ciencia un hombre cuyos esfuerzos fueron dedicados a encontrar esa respuesta. Sin darse tiempo para formar descendencia y aprovechando la compañía de sus versados cercanos – como Spinoza, Leibniz, Pascal, Newton, entre otros igualmente notables- Christiaan Huygens aventuró en el siglo XVII interesantes especulaciones y admirables preguntas astronómicas, que cuatro siglos después siguen dictando pautas en los más altos estudios del área.

Primera edición Cosmotheoros

Primera edición Cosmotheoros

Tres años después de su muerte y dos después de la de su hermano -a quien se dirigen los dos libros que forman este tratado- Cosmotheoros logró por fin salir de las imprentas instalándose como la primera publicación sistemática con pretensiones de responder a la pregunta por la vida fuera de nuestra planeta. En un lenguaje y orden que recuerdan a los textos científico-filosóficos de la antigüedad y el medievo, Huygens reúne los más importantes hallazgos alcanzados hasta la época para sustentar su hipótesis: hay un vasto universo que acoge a millones de estrellas y planetas, sólidos como la Tierra, y con similares condiciones, lo que nos permitiría creer con gran convicción en la posibilidad de existencia no solo vegetativa y sensitiva sino que, por justicia, en la de seres inteligentes observando, como nosotros, el espectáculo del cosmos. Y esos seres -concluye el autor, nuevamente por divagaciones éticas además de los necesarios antecedentes astronómicos- poseerían sentidos similares a los nuestros, vicios, deseos y virtudes en igual grado y conocimiento de las disciplinas que el hombre terrestre ha desarrollado, pues no sería justo ni equitativo que quien creó todo hubiese dispuesto tanto para nosotros y tan poco para los de otras regiones.

Resultaría quizás tentador para el lector moderno devolverle a Huygens los sarcasmos y críticas que expresa cuando nos cuenta de las fantasías especulativas del sacerdote Kircher y de las menos felices conclusiones de Descartes acerca de estrellas fijas y soles. Sus afirmaciones parecen en muchos pasajes más cercanas a una ingenuidad ética y a un optimismo filosófico y pseudocientífico que a conclusiones de laboratorio. Pero al adentrarse siquiera en lo más superficial de la astronomía actual, resulta innegable el valioso legado que este científico ha dejado a la posteridad, al sentar las bases de los estudios que le siguieron desde sus días hasta hoy, que si bien discrepan o ponen en duda muchas de sus respuestas, se sirven de sus bien diseñadas preguntas para ordenar el caudal de informaciones e interrogantes que se agolpan en los modernos telescopios y computadores de nuestro siglo.

Bordados de Alejandra Acosta

Bordados de Alejandra Acosta

Sin siquiera hacer concesiones contextuales, bastará a los ojos más críticos poner este tratado a la derecha del más preciso logro astronómico en la búsqueda de vida en otros planetas y hacer sus comparaciones. Si miramos la ecuación de Fran Drake para el cálculo probabilístico de seres extraterrestre, y observamos cada una de sus variables, veremos que la progresión en la búsqueda de respuestas es casi idéntica a la planteada por Huygens, quien partió también de aspectos más generales como el análisis de qué estrellas formaban planetas a su alrededor y cuáles de ellos eran habitables, para llegar a preguntarse por el asunto particular de existencia de vida inteligente en ellos y su capacidad de ponerse en contacto con nosotros.

Quien busque respuestas exactas no las encontrará en Cosmotheoros como tampoco en el estadio actual de la astronomía. Con traducción de Rubén Martín Giráldez, lo que esta cuidada edición de Jekyll & Jill ofrece es más bien una mirada a los primeros pasos que dimos en aquello que nos convoca hoy en el ámbito científico, un paseo nostálgico por el diamante en bruto que constituyen los primeros riesgos intelectuales del área y la posibilidad de ver y compartir el imaginario de estos supuestos seres a través de los bordados y pinturas de Alejandra Acosta que dan vida a lo que el holandés atisbó a través de sus lentes telescópicos y que aún hoy exploramos con los nuestros.

Los editores de Jeckyll & Jill; Víctor Gomollón y Jessica Aliaga, trabajando en el libro de Huygens y Acosta. (Crédito de Heraldo)

Los editores de Jeckyll & Jill; Víctor Gomollón y Jessica Aliaga, trabajando en el libro de Huygens y Acosta. (Crédito de Heraldo)


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