Varios años atrás, inmersa en la vida universitaria, tuve la ocasión de conversar con Francisco Javier Olea sobre su trabajo como ilustrador y diseñador. Ante mis preguntas sobre su proceso creativo en el blog Oleísmos, que recaba sus trabajos más personales, afirmó que, en cierta medida, su amor por el dibujo había transformado su forma de ver la realidad: pensaba gráficamente y se imaginaba las cosas dibujadas. Así, comencé a observar su trabajo como una ventana a sus pensamientos y reflexiones, un fluir de la conciencia con el cual resultaba sencillo identificarse.
En “Pasado, presente y ausente”, lanzado este año por editorial Sexto Piso, Olea recopila parte de esas ideas dispersas que recorren su mente y que conocemos como Oleísmos. En sus páginas descubrimos una contundente selección de viñetas que nos hacen deambular entre la risa y la melancolía, a través de trazos sencillos curtidos por ocasionales cuotas de rojo y gris opaco.
Ya en 2012 Olea había lanzado una primera selección de Oleísmos con su obra “Mal de amores”. Sin embargo, en este nuevo repertorio bautizado “Pasado, presente y ausente” la fórmula tiene menor coherencia temática, y es más bien un recorrido aleatorio por su trabajo. Se trata de un humor sencillo, que avanza directo a nuestra comprensión y que visualmente resulta simple de digerir y disfrutar. No hay interrupciones ni giros complejos que desvíen la inevitable sonrisa que logran robar los trazos de Francisco Javier Olea en cosa de segundos.
Dentro de los nuevos nombres de la ilustración chilena, que han destacado por su contingencia e ingenio, Olea ha marcado su sello con un lenguaje gráfico sobrio que recoge lo cotidiano con sencillez y gracia. Tal como anuncia la contraportada de la obra: “El humor de Olea es simple y elegante, no necesita de gran colorido ni de formas retorcidas o especialmente graciosas para llegar a nuestra alma. Sus personajes, física y mentalmente, son muy parecidos a nosotros”.