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Un diamante en el fondo de la tierra

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Este libro es uno de los 59 títulos seleccionados en el segundo boletín del Comité de valoración de libros Troquel.

Justo cuando se conmemoraban 40 años del golpe de Estado de 1973, la comunidad LIJ chilena emplazaba a escritores, editores, ilustradores y académicos  con respecto al lugar y la voz que debía tomar la literatura infantil y juvenil frente a este tema. Desde ese entonces, y aprovechando la apertura de esta discusión, han aparecido —a paso lento, pero unido a una calidad estética, narrativa y de formato— libros que abordan uno de los asuntos más delicados de nuestra historia. Y al parecer, este llamado no solo tuvo eco en Chile. Un diamante en el fondo de la tierra, escrito por el colombiano Jairo Buitrago e ilustrado por el chileno Daniel Blanco Pantoja, es un ejemplo de cómo narrar los hechos acaecidos a partir del 11 de septiembre de aquel año. Buitrago, quien ya había incursionado en el tópico de la dictadura  y las detenciones forzosas, en su  premiado libro Camino a casa” (FCE, 2008), instala su narración desde la memoria emotiva e histórica:

“La profesora nos dijo que habláramos con nuestros abuelos si estaban vivos, y contáramos sus historias.”

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Esta simple tarea con que abre el texto, muta en una potente galería de imágenes e historias que se contraponen al hilo principal. Abuelos que atravesaron enfurecidos mares, que conquistaron “enormes montañas”, que escalaron árboles gritando demencialmente bajo la mirada molesta de sus familiares y que pidieron matrimonio en noches llenas de amor y pirotecnia, se van alternando para dejarnos entrever la historia de los abuelos del protagonista:  de él, sabemos que está vivo, fue un muralista que hoy está lejos de su país, no sabe nada sobre el paradero de su esposa y dedica sus días a mirar por  la ventana. De ella, sabemos que ayudaba al abuelo cuando pintaba los murales. Un día llegó la policía a su casa y se la llevó.

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Buitrago mencionó en una entrevista brindada a Fundación La Fuente con respecto a su libro Camino a casa, que éste se podía leer “como una alegoría política o como un relato más simple”. En Un diamante en el fondo de la tierra, el escritor opta por una narración más dura, libre de simbolismos, donde entra en juego el ejercicio de la memoria, el exilio y las desapariciones de personas. Pero Buitrago no lo hace a través de un adulto, toma la voz y la interpretación que hace un niño sobre los recuerdos de su abuelo. Sobrepone una mirada inocente para lo que a veces es difícil de explicar:

“A mi abuelo lo subieron a un camión con otras personas. Pero eso no me lo contó él, me lo contó mi mamá. Si la profesora me pregunta, le diré que mi abuelo tiene marcas en sus muñecas. Le quedaron cuando lo ataron a ese camión. Podrá venir a la escuela y mostrársela a mis compañeros.”

Pero lo que sabemos por el texto no adquiriría sentido alguno si no fuera cerrado por la expresividad y realismo de las  ilustraciones que le acompañan. Daniel Blanco Pantoja —a quien conocemos por su trabajo como autor para Animal (Medalla Colibri 2015, mejor álbum) y por las ilustraciones de Miltín 1934 de Juan Emar (Pehuén, 2010)— entrega un trabajo contundente que dialoga armónicamente con lo narrado.

“A mi abuelo lo subieron a un camión con otras personas”

Para escribir esta reseña, contacté a Blanco Pantoja, quien confesó haber sido el último en subirse al proyecto. Este llevaba unos años intentando partir y la editorial, en conjunto con Buitrago, no habían tenido éxito en dar con el ilustrador indicado. El escritor le entregó bosquejos de las ilustraciones, con dibujos simples (Buitrago suele bosquejar sus textos), pero que ejemplificaban bien las ideas. Luego conjugó textos y dibujos, logrando el resultado final de corte cinematográfico. Las imágenes pueden apelar a la memoria de cualquiera: brigadistas pintando murales (el mural que aparece en las páginas 14 y 15 fue cedido por el artista y escenógrafo Alejandro «Mono» González), personas pensando su país desde el exilio, militares siendo condecorados en calabozos, camiones secuestrando personas desde la intimidad de sus hogares o los aviones Hawker Hunter surcando el cielo de Santiago.

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Blanco Pantoja también destaca el hecho de que Buitrago haya accedido a su petición de no censura, que se puede ver en el realismo crudo presente en algunos de los recuerdos del abuelo. Lo mismo con la elección del blanco y negro, pues se sabe que en el terreno de la ilustración infantil, predomina el uso del color. En el fondo, Blanco Pantoja declara haberse sentido cómodo y con mucha libertad interpretativa, lo que fue óptimo para poder construir las imágenes con la complejidad que se necesitaba.

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Un diamante en el fondo de la Tierra, atiende plenamente este llamado a revisitar la historia desde la literatura infantil y juvenil, con un trabajo que es posible gracias a la colaboración entre el mundo creativo y editorial, como suele quedar de manifiesto  en los buenos álbumes. Por último, cabe destacar la labor editorial de Amanuta, pioneros en la difusión del libro álbum en Chile,  quienes apuestan por un tópico complicado, no siempre atendido, pero que clama su espacio en la biblioteca virtual de la memoria.

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Autor: Diego Muñoz (4 Entradas)

Licenciado en Educación y profesor de Castellano. Actualmente es Director de Biblioteca Viva Tobalaba y miembro del Comité de Valoración de Libros Troquel. También es colaborador de la revista Medio Rural.



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